Muchos de ustedes sabrán que me dedico a eso de la llamada
medicina darwiniana, que no es más ni
menos, que intentar comprender la
enfermedad desde una perspectiva de la evolución biológica. El sábado daré una
conferencia sobre alimentación y enfermedades de la opulencia (obesidad,
diabetes, hipertensión, dislipemia, gota, problemas cardiovasculares, etc.) en
un congreso sobre diabetes. Utilizaré la perspectiva darwiniana, por supuesto.
Y quiero compartir con ustedes tres de las reflexiones fundamentales que voy a
plantear en mi intervención.
1. Durante muchos millones de años de nuestro pasado evolutivo nuestros ancestros fueron simios que vagaban en las selvas del Mioceno, hace 20 millones de años. Esos antecesores se alimentaban de fruta casi exclusivamente. El principal nutriente que tiene la fruta es el azúcar fructosa y apenas contiene proteínas o grasas. Nuestros ancestros desarrollaron un mecanismo muy eficaz para convertir el azúcar en grasa de tal forma que tuvieran aseguradas unas reservas de energía. Eso que en aquellas condiciones les permitió la supervivencia hoy, que nos atracamos de dulces ricos en azúcar (¿Ya compraron los dulces de Navidad?) constantemente hace que la causa principal de obesidad y de todas las enfermedades de la opulencia sea un exceso de ingestión de azúcar.
2. Hace 15 millones de años ocurrió una mutación en un antecesor nuestro: perdió la capacidad de fabricar el enzima uricasa. Y esta gracia (o desgracia) la hemos heredado nosotros. ¿Qué hace este enzima? En todos los animales (excepto primates, nosotros incluidos) este enzima degrada el ácido úrico a alantoina, la cual se elimina por la orina. Por eso todos los animales, incluso los carnívoros que se atracan de las vísceras de sus presas tienen muy bajos niveles de ácido úrico en sangre: no padecen gota. Pero nosotros, al faltarnos el enzima uricasa, en cuanto nos pasamos de algunos alimentos (carnes, vísceras, patés, mariscos, entre otros) sube el ácido úrico y vienen los problemas de salud que ello acarrea.
3. Casi todos los animales son capaces de fabricar la vitamina C a partir de glucosa. Tienen un enzima que permite esta facilidad. Las ratas que iban en esos largos viajes en carabelas nunca tenían escorbuto (enfermedad por carencia de vitamina C) ya que con cualquier cosa que comieran la fabricaban. Pero hace unos 30 millones de años un simio antecesor nuestro sufrió una mutación genética y perdimos la capacidad de fabricar la vitamina C en nuestro organismo y pasamos a depender de su ingestión con los alimentos. Los marineros que iban en las carabelas, en cuanto les empezaban a faltar los alimentos frescos, pillaban la enfermedad por carencia de esta vitamina. La vitamina C, entre otras funciones, es un importante antioxidante y su carencia acelera las oxidaciones que pueden causar las enfermedades de la opulencia.
Por lo tanto, la medicina darviniana nos enseña que para estar sanos y seguir el diseño evolutivo de nuestro organismo tenemos que consumir pocos dulces, moderar el consumo de alimentos que produzcan ácido úrico y comer muchas frutas y verduras ricas en vitamina C.
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